En la edición de este año, hay que resolver uno de estos dos dilemas.
Dilema 1:
Emilia Bernal con tan sólo catorce años ha protagonizado uno de los mayores escándalos del año. A comienzos del otoño pasado Emilia dio a conocer su situación mediante las redes sociales. A través de facebook, tuitter, instagran y otras plataformas Emilia hizo público que padecía leucemia. Publicó muchas fotos en las que aparecía sin pelo, como consecuencia del tratamiento con quimioterapia que estaba siguiendo, demacrada, extremadamente delgada y débil, etc. Su caso se convirtió rápidamente en viral debido, por una parte, a la crudeza de las fotos que publicaba y, por otra, al optimismo y la fuerza con el que la chica encaraba su enfermedad. Emilia, decía ella misma a través de estas plataformas, buscaba ser un ejemplo de lucha frente a la adversidad y, en efecto, así ha sido: muchas personas conocieron la enfermedad a través de ella y muchos enfermos graves contactaron con ella para pedirle ánimo y consuelo en los momentos más difíciles. A finales de la primavera Emilia Bernal llegó a protagonizar una campaña para la donación de médula cuyo resultado batió records.
Hace unas semanas se ha descubierto que Emilia Bernal mentía, esto es, que todo el asunto de su enfermedad no es cierto, que todo ha sido un montaje cuyo objetivo se desconoce. Las personas enfermas que confiaron en ella y la tomaron como ejemplo de valor, se han sentido profundamente defraudadas puesto que su actitud ante la enfermedad era fingida. La mayoría opina que nada puede justificar el engaño cuando las personas sufren y tienen su vida en riesgo. Sin embargo, otros consideran que lo importante es el ánimo que Emilia ofreció a todos los que se acercaron a ella y la gran cantidad de donantes de médula que captó su campaña y que, probablemente, salvará la vida a numerosas personas.
Dilema 2:
Jules se sentía pletórico. El SmartBrain9, la última aplicación cerebral diseñada por su laboratorio, prometía revolucionar el campo de la neurotecnología, amén de arrasar en el mercado. Los últimos test con Kant, Borges y Einstein así lo atestiguaban. Al primer individuo, un tal Juan Perdomo, ex presidiario sin graduado escolar, se le implantó el software de Contenidos Filosóficos. Al ser preguntado si se arrepentía de su paso por la trena contestó que sí; y acto seguido disertó durante siete horas acerca del deber moral, la voluntad, los imperativos categóricos y el reino de los fines. Jules y su equipo lo bautizaron en seguida: Kant. El segundo individuo, Mateo Reina, padecía alzhéimer y apenas recordaba el nombre de sus hijos; tras programar su SmartBrain9 con el módulo Memoria y Lenguas pudo recitar el listado de Papas de la Iglesia Católica en cinco lenguas vivas y seis muertas. No hubo más remedio que apodarlo Borges. Al tercer individuo hubo que traerlo, por ser menor, del extranjero, a fin de sortear la legislación española. Se llamaba Sirhan pero el programa Pensamiento lógico-matemático del SmartBrain9 lo convirtió con sólo ocho años de edad en el campeón de todos los concursos de ajedrez, sudokus y programación del laboratorio: allí todos le llamaban Baby Einstein.
Jules dirige el laboratorio de neurotecnología más importante del país y estaba, en efecto, pletórico. Su sueño iba a hacerse realidad: en unas semanas saldría al mercado el implante cerebral más innovador y potente jamás diseñado, que sacaría al ser humano -como gustaba de decir- "de su prehistoria de anclaje a la biología, de una Edad Oscura de limitación en la que la inteligencia humana andaría aún en pañales". Sin embargo, Jules se ha levantado hoy con el ánimo sombrío, abrumado por una pesadilla que lo ha sacado de la cama: ha soñado con un mundo en el que absolutamente todos, su mujer, sus hijos, sus empleados, sus amigos, todos... menos él, gozaban bajo sus respectivas cortezas cerebrales de un reluciente SmartBrain9. En su pesadilla le angustiaban dos cosas. La primera era su absoluta torpeza mental, su estupidez, su cretinismo: sus hijos hablaban con su esposa de Mecánica Cuántica en el desayuno y él no entendía ni jota; en el laboratorio no captaba las ironías ni los chistes en arameo de sus empleados: todos se mofaban de él... El segundo miedo en su pesadilla provenía de la extraña sensación de no saber realmente quiénes eran esas personas tan inteligentes a quienes había llamado siempre "hijo", "hija", "amor mío"... No los reconocía ya como los mismos a los que había querido tal y como eran.
¿Sueño o pesadilla? ¿Cuál de los dos Jules tiene razón? ¿el que sueña con una humanidad mejorada por la tecnología, más inteligente, más culta y más ágil mentalmente, aunque ello sea en virtud de un implante artificial? ¿o el que teme que ello dé lugar a un mundo desigual, en el que no todos tengan acceso a una inteligencia potenciada, y en el que los que lo tengan no parezcan ya humanos, sino otra cosa? ¿Debe continuar adelante Jules con la comercialización de su patente? ¿o debe interrumpirla y ocultar el prototipo del SmartBrain9 en un baúl del olvido bajo siete llaves, para que nunca nadie cruce esa línea?