AMORES QUE CAMBIAN
Cuando Axel apura de un trago la copa de champagne, Harari pronuncia la frase con la certeza de un filósofo dogmático: "Al amor siempre hay que darle segundas oportunidades". En efecto, la relación que mantuvieron hace tres años (coincidiendo con la última pandemia de coronavirus, la de 2045) terminó en fracaso por incompatibilidad de caracteres: la extroversión y sociabilidad de Axel chocaba con los celos irrefrenables de Harari, el gusto por la cultura del primero (literatura, filosofía, ciencias, política; no concebía una vida sin esta estimulación cultural permanente) se daba de bruces contra las aficiones de Harari, más mundanas y frívolas.
Pero de su estancia en Canadá, en donde permaneció tres largos años lamiéndose las heridas tras la decisión de Axel de poner fin a aquel amor, Harari llegó diferente. Una curiosa transformación se había operado. Y para bien, pensó Axel. Porque desde que habían retomado la relación Harari no había dejado de sorprenderlo con su nueva sensibilidad y su pasión por la cultura. Podían pasarse horas hablando de cine, de poesía, de vulcanismo o dándole vueltas a un teorema matemático sin resolver o a un problema de epistemología o de metafísica. Es más, aquellos celos enfermizos los había dejado en Vancouver, antes de coger el avión de vuelta a Tenerife.
Axel se sirve otra copa pero no llega a probarla porque Harari contraataca con una nueva frase lapidaria: "He hecho lo que tenía que hacer para que me quisieras. Ahora soy esa persona con la que siempre has soñado, con mis virtudes y sin mis defectos". Al decirlo, Harari se levanta un mechón de pelo y deja entrever el implante subcutáneo, la cicatriz del chip de Mejora de la Personalidad que se ha implantado. Axel escucha boquiabierto las explicaciones de Harari, que relata con orgullo sus primeros pinitos en la senda del transhumanismo.
Al llegar a casa, aturdido por el champagne y por la confesión de Harari, Axel comienza a dudar acerca de si continuar o no con esa relación: ¿Es auténtico su amor hacia Harari tras saber que lo que es se lo debe, en parte, a la intervención artificial de una máquina? ¿Se ha convertido Harari, en tanto que cyborg, en una máquina, o sigue siendo un ser humano de pleno derecho? ¿Es legítimo este tránsito hacia el transhumanismo que ha emprendido Harari o hay ciertos límites en la mejora de lo humano que su pareja ya ha transgredido? ¿Debe Axel aceptar esta nueva versión mejorada de Harari que se le presenta, o por el contrario rechazarlo por su impostura?