Dilema moral para alumnado de 3º y 4º de la ESO
Tema: "La locura. Don Quijote en el mundo actual"
Para asegurar la imparcialidad del jurado, los ejercicios que se envíen no incluirán el nombre del alumno o alumna ni el centro al que pertenece. No se admitirá ningún ejercicio donde aparezcan estos datos.
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DILEMA
UNA ELECCIÓN QUIJOTESCA
No te lo puedes creer pero la tutora de 4B lo acaba de confirmar, leyendo en voz alta su candidatura. La de René Sánchez, en cambio, se venía venir, porque lleva representando a la clase desde hace tres cursos y porque sólo le falta tatuarse en la frente el cartel de “delegado” y en el pecho sus funciones -que desempeña, por cierto, de manera ejemplar. Así que de Sánchez nadie hubiera esperado otra cosa. Pero ¿y del loco?
Así lo llaman todos en clase, aunque crees recordar que su nombre real es Álvaro Quijano. Normal que no lo recuerdes: el apodo de “loco” se lo ha ganado a pulso y a veces te da la impresión de que no le molesta (más bien al contrario), aunque nunca se lo has preguntado, quizás porque no suele hablar contigo. En realidad, ni contigo ni con nadie. O casi: habla a veces con el personal de limpieza del instituto, y con el profe de filosofía, y consigo mismo… Antes, en 3º, solía participar mucho en clase. No siempre entendías todo lo que decía pero su irreverencia y su capacidad para contradecir a los profesores y dejarlos mudos, sin posibilidad de réplica, hacían las clases más amenas, puede que incluso más estimulantes. Hasta que le llamaron la atención, avisando a sus padres, y entonces volvió a clase con un esparadrapo en la boca. Lo cual fue mucho peor: Parte de incidencias y tres días de expulsión, por negarse a quitarse aquel esparadrapo. Después de aquello, nadie volvió a llamarlo por su nombre: Para todos sus compañeros de clase, Quijano era el loco.
¿Qué esperar de cada candidato? Sánchez hace un discurso previsible pero correcto. Promete eficacia, sentido común, pragmatismo. Diálogo con todas las partes para fijar exámenes. Mediación ante los conflictos entre iguales. Capacidad para negociar pequeños beneficios con el equipo docente: menos tareas, más ejercicios de repaso, alguna excursión… Lo va a hacer bien, lo sabes. Pero su discurso es tan soporífero: ¡Si por lo menos se hubiera hecho ese tatuaje! Sánchez es un valor seguro, pero aburre. Es el candidato de la cordura.
¿Y el loco? ¿Y Quijano? Para hacerse oír (y notar) se sube a un pupitre, como un iluminado en Speaker’s corner, o como aquel profesor de El club de los poetas muertos. Desde allí, desde las alturas, nos promete cambios radicales: abolir los exámenes, rebelarse contra las normas injustas, hacer de la clase un espacio libre de jerarquías. No se anda con chiquitas y también se mete con ustedes, con el alumnado, a quien responsabiliza por caer en la apatía, en el pasotismo, en la frivolidad y a veces en la insensibilidad o la crueldad (el loco, según has oído, sufrió bullying en Primaria). El discurso del loco te incomoda. Sus planteamientos maximalistas te parecen excesivamente utópicos. Y, sin embargo, sus palabras te sacan del letargo en el que te había dejado Sánchez. Son idealismo y pasión en estado puro. No sabes muy bien a dónde pero tienes ganas de seguirlo. De votar por él. Quijano es, sin duda, el candidato de la locura.
¿Por quién debes, pues, votar? ¿Qué resulta más responsable? ¿Qué resulta mejor? ¿Debes optar por quien te parece más racional, más funcional, aunque también más conservador? ¿O vale la pena arriesgarse y sumarse al proyecto de renovación y mejoras radicales que promete ése a quien llaman todos “loco” pero que quizás encarne alguna forma de lúcida cordura?